Friday, October 08, 2004

Marco Teórico

Partiendo del tema de investigación el impacto de eventos masivos de la ciudad de México en la creación de identidad social del adolescente se explicará cada una de las variables que éste implica: identidad social, adolescente y masa. El orden de éstas parecería ser irrelevante, sin embargo me gustaría comenzar por la variable, a mi parecer, más importante en este tema, la cual es identidad social, abordando posteriormente la de adolescente y por último la de evento masivo.

El concepto de identidad es presentando en psicología social como una idea síntesis que muestra la articulación de lo psicológico y lo social en un individuo; según Fischer (1990, p.157), la identidad social es “la conciencia social que el actor tiene de sí mismo, pero en la medida en que su relación con los otros confiere a su propia existencia cualidades particulares”.
La identidad social implica una definición de uno mismo por los otros y de los otros por uno (descubrir quién es uno para sí mismo y quiénes son los otros para sí) (Laing, 1971); asimismo señala cómo, a través de ésta, se incorporan a la personalidad fenómenos de la realidad social (representación social, influencia social) para construir el núcleo de lo que el individuo piensa: “la identidad es, pues, el producto de los procesos interactivos en marcha entre el individuo y el campo social, y no solamente un elemento de las características individuales. La identidad es la realidad social que se actualiza en una representación de sí” (Fischer, 1990, p.157). Por lo tanto, lo social, como elemento de nuestra identidad (familia, raza, nación, profesión, etc.) está presente en función de nuestras características individuales. La dimensión social de identidad no es, entonces, una realidad exterior a nosotros o simple objeto de nuestras proyecciones y opiniones, es, en palabras de Fischer, “el tejido que alimenta nuestros deseos y valores y los transforma en un sistema consistente”.

Dentro de un sentido ordinario, la noción de identidad admite dos polos: el individual (las características individuales que alguien se atribuye y que le permiten decirse y mostrar quién es), y el social (sistema de normas que se expresa a través del conjunto de los roles a los que el individuo se adapta para responder a las expectativas de los otros, de un grupo social o de una situación dada) (Fischer, 1990). Así pues, es entendible que el concepto de identidad social sea abordado desde el punto de vista de las diferentes ciencias que estudian tanto al individuo como a la sociedad en sí, pudiendo ser definido desde un enfoque psicoanalista, sociológico (dialéctico o funcionalista), o psicosocial .

Estos enfoques dan una versión muy singular de lo que es la identidad, por lo tanto, remontarse a cada uno de ellos desviaría por completo el rumbo del presente documento; es por ésta razón, y debido a su utilidad para con el propósito del presente, que se abordará solamente la definición que el enfoque psicosocial da sobre la identidad. Este camino “ha definido progresivamente la identidad a partir de una problemática de la interacción que integra, por una parte los aspectos individuales y los componentes psicológicos relacionados con la personalidad (el Sí mismo ) y, por la otra, las variables sociológicas relacionadas, especialmente, con la noción de rol social” (Fischer, 1990, p.162). Haciendo referencia a los trabajos de Zavalloni en este campo, se puede decir que la identidad social es una construcción (social) de la realidad donde la relación con los demás es la conciencia de dicha relación respecto a la conciencia de pertenencia; por lo tanto, la conciencia de sí es inseparable de la conciencia del otro, apareciendo así la identidad como un objeto privilegiado para comprender la construcción de la realidad social. Lo anterior en la medida en que la relación con el mundo se establece a través de las diferentes pertenencias sociales y culturales del individuo (Zavalloni, 1984). De manera resumida, la identidad social de un individuo puede ser definida como las diferentes modalidades del sentimiento y de la representación de sí que se derivan de las formas de interacción sí/otros, en un contexto social dado, y que determinan quiénes somos.

Para lograr entender la relación que pudiera existir entre los eventos masivos y la creación de una identidad social deberá tomarse en cuenta que existen ciertas características que permiten captar los principales componentes de la identidad, éstas, según Fischer (1990), son tres: el sí mismo (que muestra cómo define un individuo quién es), la pertenencia social (que pone de manifiesto la manera en que se refiere a grupos que le permiten evaluar quién es), y la implicación social (indica los grados de interiorización de los roles y las modificaciones de identidad, en función de los cambios de status social del individuo). Autoestima (ambiciones, aprobación social y confianza en el poder propio), autopresentación, nacionalidad, raza, religión, creencias, clase o grupo social, valores, sexo, compromiso personal, libre albedrío, situaciones sociales e incertidumbre, son sólo algunos de los componentes de la identidad a los que se hace referencia.
Cabe mencionar que los trabajos de Freud, Piaget, Mead, muestran que la identidad social no es un dato totalmente hecho, pues se construye progresivamente y, especialmente, durante la infancia. Existen mecanismos de formación de identidad que actuarán de manera especial durante el periodo mencionado, sin limitarse a él, ya que cada una de las etapas del crecimiento humano son esenciales para la creación, cambio o reafirmar su identidad; hay en particular dos mecanismos pertinentes al tema de esta investigación. El primero es la identificación, la cual se refiere a modelos sociales y culturales que orientan el comportamiento para evaluar a los otros, ésta es socialmente compartida en la medida que se acepta a la realidad social como algo que se piensa debe ser; en otro sentido, la identificación ha sido definida como un proceso en el cual otro sirve de modelo para un individuo (o a un grupo) que lo hace suyo, incorporándolo a su propia conducta por medio de una interiorización y una asimilación. El otro mecanismo es la influencia de los referentes el cual abarca aquellos elementos tomados de las categorías sociales existentes y que sirven de pauta al individuo para la creación de su identidad; la noción de referente ha sido utilizada para calificar a los individuos que marcan de forma concreta la imagen que la persona se hace de sí misma, dicho de otra manera: existen personas importantes que juegan el papel de símbolos para el individuo y de las cuales se seleccionarán signos específicos para después adoptarlos como característicos de la identidad propia, por lo tanto, el individuo poseerá varias identidades en función de los referentes que éste tenga (amigos, familia, artistas, etc.) (Fischer, 1990).

Toca ahora el turno al concepto de adolescencia, término a través del cual se le da nombre a la etapa de maduración entre la niñez y la condición de adulto. El término indica el periodo desde el inicio de la pubertad hasta la madurez y suele empezar en torno a la edad de catorce años en los varones y de doce años en las mujeres. Aunque esta etapa de transición varía entre las diferentes culturas, en general se define como el periodo de tiempo que los individuos necesitan para considerarse autónomos e independientes socialmente (Levi, y Schmitt, 1996).
Al igual que ocurre con la identidad social, el desarrollo social de los adolescentes es tratado desde diferentes enfoques teóricos: de la Edad Media a la Ilustración, la psicoanalista, el conductista (o behaviorista), de la cognición social, del desarrollo cognitivo y la biológica, entre otras. De estas aproximaciones teóricas hay dos en particular cuya descripción de la adolescencia le incumbe a la presente investigación.
La primera es el conductismo , dentro de ésta corriente se hace referencia a que los individuos (incluyendo a los adolescentes) se inclinan a la ejecución de cierto comportamiento si saben que éste los llevará a la obtención de alguna recompensa; por ejemplo: si para ganarse la aceptación de un grupo (una alta recompensa) un adolescente necesita comportarse de cierta manera, o vestirse de cierto modo, es altamente probable que el/ella lo haga; de igual modo, si cierto tipo de comportamientos necesitan ser evitados para ganarse la aprobación del grupo, es muy probable que el individuo(adolescente) en cuestión lo haga. Así, una recompensa, en este caso la aceptación del grupo, por llevar a cabo un comportamiento correcto fija en la mente del individuo la cercana relación que existe entre un estimulo y una respuesta específica (Heaven, 2001).
La segunda aproximación es la de la cognición social , la cual reconoce la importancia de los modelos sociales; es Bandura (1973), uno de los teóricos de esta corriente, quien plantea que no sólo los niños, sino también los adolescentes y los adultos, aprenden una variedad de comportamientos a través de la observación de las acciones de otras personas. Por ejemplo: los adolescentes emularán el comportamiento o forma de vestir de sus ídolos a través de la observación e imitación, facilitando así la identificación el proceso de aprendizaje; lo mismo ocurre con el grupo, el adolescente adoptará los rituales o normas culturales de éste para poder integrarse al mismo (Heaven, 2001).

Cabe señalar que un aspecto crucial del desarrollo del individuo durante este periodo es conseguir o alcanzar una sensación de bienestar psicológico, de saber hacia dónde se está yendo, entender quién es y reunir creencias sobre sí mismo (Erikson, 1968); así pues, se entiende que el proceso de construcción de identidad y conceptualización del yo, que comienza en la infancia, continúa en la adolescencia, por lo tanto, considero necesario abordar la naturaleza y desarrollo de la identidad durante esta etapa.
Habrá que destacar en este punto los trabajos realizados por Erikson (1968) en el campo del desarrollo infantil y la crisis de identidad y que hacen hincapié en la importancia del contexto y las fuerzas sociales en la vida del individuo. Erikson (1968) se centra en el impacto de la experiencia social, agrega también que cada etapa está caracterizada por presentar dos polos opuestos, reflejando crisis (las elecciones que se deben hacer a lo largo de la vida): uno de los polos o posible opción de respuesta asegura un desarrollo emocional positivo, mientras que el otro obstaculiza el crecimiento. Este teórico ve cada etapa como un periodo crucial durante el que el individuo deberá esforzarse por resolver de la mejor manera todos los “problemas” que se le presenten, para así poder pasar a la siguiente etapa y facilitar su resolución. No obstante, es la etapa que se cruza durante la adolescencia (identidad vs. confusión de identidad) la que nos incumbe. Los adolescentes se encuentran atrapados entre la niñez y la adultez, por lo tanto tiene que llegar a un punto medio donde su madurez psicológica logre encajar con las demandas y roles de una vida adulta; como consecuencia, se comienzan a preocupar por su propia subcultura y por la inicial creación de su identidad (Heaven, 2001). Antes de continuar, cabe aclarar, antes de continuar, que la identidad personal no es necesariamente inherente a la edad, como lo es la madurez física; inclusive, en algunos individuos, este proceso está aún en transcurso durante la adultez temprana.
Conforme el adolescente va explorando el despertar de su identidad física, social, emocional y sexual el papel que juega el grupo, será decisivo en el suministro de modelos sociales aceptables y establecerá los límites para el comportamiento; la creciente importancia de este grupo cautivará, entonces, al adolescente (Meeus y Dekovic, 1995). Una tarea fundamental de los adolescentes es la integración de los cambios biológicos y cognitivos, su “nueva” libertad de decidir por ellos mismos, y las presiones por parte de sus padres iguales y la masa (sociedad), es decirse encuentran en una delgada línea en la que deberán balancear las demandas de los otros y sus necesidades personales. Implícito a la construcción de la identidad está la experimentación de roles: adolescentes aprendiendo de agentes externos como la familia, los amigos, revistas, y la televisión (Heaven 2001); por lo tanto, es natural para éstos experimentar una gran variedad de roles de comportamiento y amistades y, por consiguiente, mostrarse particularmente susceptibles ante la dispersión de roles (Erikson, 1968). Parte de la experimentación de roles de la que habla Heaven (2001) podría llevarse a cabo dentro de la masa pues debido a sus características, es más fácil sentirse aceptado al “probar” la identidad que predomine en éste y tomándola como propia si pretende permanecer en él, adecuándola a su imagen.

Por otro lado, y de acuerdo con Marcia (1980) la crisis (elección del adolescente de entre varias alternativas de comportamiento y actitudes) y el compromiso (alcance que tiene la “inversión” personal del adolescente en lo que se refiere a actitudes y comportamientos) son elementos centrales en la creación de la identidad. Estos dos elementos pueden variar de una persona a otra, dando así resultado a 4 categorías de identidad:
- Identidad dispersa: los adolescentes no han hecho aún un compromiso hacia algún tipo de creencias u ocupaciones, es decir, no experimentan aún lo que es una crisis de identidad.
- Identidad exclusiva: los adolescentes que se encuentran en esta etapa han hecho un compromiso personal con ciertos valores, creencias, comportamientos aceptables y ocupaciones, aún así no han experimentado aún algún tipo de crisis. No son lo suficiente desafiantes como para tomar sus propias decisiones.
- Identidad moratoria: los adolescentes en esta etapa tal vez hayan experimentado ya alguna crisis, pero aún no han tomado decisiones o un compromiso personal; accederán y se someterán a las presiones del grupo, abandonando posteriormente esta postura por alguna otra.
- Identidad lograda: esta etapa es sinónimo de madurez y, en última instancia, de creación de una identidad. Ésta marca la terminación de la adolescencia y de que la crisis de identidad ha sido resuelta de manera exitosa.

No es forzoso que el adolescente cruce por todas estas etapas, ya que no todos los individuos se desarrollan de la misma manera.

Dejando de lado por el momento el concepto de adolescencia, entraremos ahora en el de evento masivo. Para definir este concepto es necesario abordar primero el de masa. Este término tiene un significado ambiguo ya que tanto psicólogos como sociólogos y algunos otros especialistas lo han definido de acuerdo a su línea de investigación, dándole así diferentes clasificaciones, definiciones, características, etc. a nivel histórico, el concepto de masa aparece en el castellano entre los años 1220 y 1250 proviene del latín massa que significa “masa, amontonamiento, pasta” (Hernández, A., Colomo, A. E., Gálvez, P. & Ortega, I.), es decir, un todo homogéneo, indiferenciable en sus componentes y amorfo en sus contornos, y solamente comprensible en su sinteticidad, no analizable. Según Munné (1994), las explicaciones que se le han dado al concepto de masa se pueden clasificar de acuerdo con las diferentes teorías que estudian el comportamiento tanto individual como social del ser humano. Desde el punto de vista sociológico, la masa es una entidad diferente de la simple suma de las personas que la forman; existen dos posturas que intentan explicar la naturaleza de la masa: la radical (las personas pierden su individualidad en la masa, porque en ésta se desarrolla una especie de “alma colectiva”, una conciencia o espíritu de carácter supraindividual que funde sus mentes en una unidad mental), y la moderada (la masa es una forma de sociabilidad pues representa una fusión, aunque en el más bajo grado, de los espíritus o conciencias individuales en el “nosotros”). Desde el enfoque psicosocial la masa es analizada a partir del comportamiento de los participantes, teniendo como resultado el paradigma que dice que las personas en la masa se rigen por el comportamiento individual, o sea que se comportan como lo harían estando solas, con la diferencia de que en esta situación lo hacen con más intensidad por estar afectados por la conducta de los demás y no se encuentran inhibidas, se liberan de tensiones, afloran instintos reprimidos y deseos inconscientes censurados, siendo satisfechos mediante una catarsis colectiva (Canetti, 2002). Cabe aclarar que esta segunda teoría sólo es aplicable a algunos tipos de masas. Por último está el enfoque de las teorías intermedias, las cuales dicen que las personas no pierden por completo su identidad en la masa, pero ésta, sin llegar a ser una entidad independiente, es algo más que la suma de aquéllas; dentro de este enfoque se encuentran dos explicaciones diferentes una psicológico social (la situación de masa aumenta la emotividad y la sugestibilidad de cada persona, la cual se ve, además, afectada por algunas personas que le rodean, especialmente por los conductores ), y otra sociológica (sin perjuicio de que en ella se dé salida a impulsos o tendencias reprimidos, concurren siempre unas determinadas condiciones socioculturales (Klinemberg, 1973).

A pesar de que estas definiciones dejan claro lo qué es la masa, no abordan la situación de la cantidad, es decir, desde qué número de personas se les puede considerar como masa. Para poder darle respuesta a dicha cuestión es necesario abordarla desde un punto de vista cualitativo, más que cuantitativo: siguiendo esta tendencia, Munné (1994) define masa como “todo fenómeno social cuya unidad le viene dada por el hecho de que una pluralidad de personas se encuentran en una interacción tal que reaccionen de una forma más o menos homogénea y simultánea, ante un estímulo común o según un interés compartido, sin llegar a organizarse”. De acuerdo con las características de la presente investigación es esta definición la que podría describir de manera más adecuada la variable de evento masivo, teniendo solamente contemplados aquellos que pudieran ser del tipo esparcimiento. Vale la pena, entonces, resaltar las características mencionadas por Munné (1994) en su definición y que él mismo describe de la siguiente manera:
- Es un fenómeno colectivo, es decir, formado por una pluralidad de personas.
- Unitario: dichas personas se encuentran en situación de reaccionar de un modo pasivo o activo ante un estímulo común o un interés compartido., en otras palabras, las masas son una manifestación de los fenómenos de agrupamiento donde la mayoría de la gente se comporta de un modo relativamente similar, más o menos uniforme, para responder condicionadamente a idénticos estímulos o intereses (“pautas” de masa).
- Sin organización: se trata de un fenómeno amorfo, aunque no forzosamente desorganizado ni desorganizador del sistema social. El público de una conferencia o los participantes en una manifestación pacífica de carácter político por las calles pueden mantener un orden, y aunque el acto puede estar organizado previamente, la masa en sí no contiene una organización.
- Transitorio: el carácter esporádico y la falta de organización, hacen que tiendan las masas a la inestabilidad, a poder disolverse fácilmente en cualquier momento. Son fenómenos efímeros, temporales o transitorios.
- Indiferenciado: quienes forman parte del fenómeno son meros participantes del mismo. No son miembros, cada uno con una función definida, prevista y coordinada con las demás.
- Las personas de la masa son anónimas porque están despersonalizadas; son “uno más” y no una persona identificable con nombre y apellidos. Son también sustituibles debido a que cada uno puede entrar y salir de la masa.
- Heterogéneas: no precisan, en general, de un determinado estatus, ocupación, edad, etc., para participar en el fenómeno; son personas de características diversas y pautas múltiples.
- Incontables: esto en el sentido de que ni previa ni posteriormente es necesario un número determinado de participantes, además, no suele conocerse la cantidad exacta de los que han participado o que van a participar.
- Fluido: cada participante puede entrar y salir de la masa, sin que esto implique un cambio o la disolución del fenómeno.
- Anómico: al ser un fenómeno inorganizado, indiferenciado y en general imprevisto, la masa se encuentra en una situación anómica, es decir carente de normas o pautas previstas y coordinadas entre sí funcionalmente. Esto explica que algunos tipos de masa sean desordenados. Y también la facilidad de cambio, característica de estos fenómenos.

Para dejar un poco más delimitadas las características de este concepto, hay cuatro propiedades que Canetti (2002) le confiere a la masa:
1. La masa siempre quiere crecer. Su crecimiento no tiene un límite impuesto por naturaleza; no hay disposiciones que puedan evitar el crecimiento de la masa de una vez por todas y que sean totalmente seguras.
2. En el interior de la masa reina igualdad. Se trata de una igualdad absoluta e indiscutible y jamás es puesta en duda por la masa misma: una cabeza es una cabeza, un brazo es un brazo, las diferencias entre ellos carecen de importancia; se pasa por alto todo lo que pudiera alejar a la masa de este fin.
3. La masa ama la densidad. Nada ha de interponerse, nada ha de quedar vacilando, en lo posible todo ha de ser ella misma.
4. La masa necesita una dirección. Está en movimiento y se mueve hacia algo, sumerge las metas privadas, el miedo a desintegrarse (que siempre está vivo en ella) hace posible orientarla hacia objetivos cualesquiera).

Existe otro aspecto que Elías Canetti (2002) maneja en su obra que me parece importante resaltar: él explica el fenómeno de la masa partiendo del supuesto de que el ser humano, por naturaleza, presenta cierta aversión al contacto físico con cuerpos desconocidos; tiene que saber o reconocer aquello que agarra o que lo toca. Este “temor” está presente inclusive cuando el individuo se mezcla con sus semejantes en la calle y sólo inmerso en la masa puede redimirse de este temor al contacto ya que es la única situación en la que este temor se convierte en su contrario.

“Es esta densa masa la que se necesita para ello, cuando un cuerpo se estrecha contra otro cuerpo, densa también en su constitución anímica, es decir, cuando no se presta atención a quién es el le <> a uno. Así, una vez que uno se ha abandonado a la masa no teme su contacto. En este caso ideal todos son iguales entre sí. Ninguna diferencia cuenta, ni siquiera la de los sexos. Quienquiera que sea el que se oprime contra uno, se le encuentra idéntico a uno mismo. Se le percibe de la misma manera en que uno se percibe a uno a sí mismo. De pronto, todo acontece como dentro de un cuerpo. Acaso sea ésta una de las razones por las que la masa procura estrecharse tan densamente: quiere desembarazarse lo más perfectamente posible del temor al contacto con los individuos. Cuanto mayor es la vehemencia con que se estrechan los hombres unos contra otros, tanto mayor es la certeza con que advierten que no se tienen miedo entre sí. Esta inversión del temor a ser tocados forma parte de la masa. El alivio que se propaga dentro de ella alcanza una proporción notoriamente elevada en su densidad máxima.” (Canneti, 2002, p. 8).

Después de haber presentado una aproximación a los conceptos fundamentales que dan pie al tema de la investigación se puede decir que la unión del pasado del individuo con las aspiraciones futuras es un parte fundamental de la construcción de una identidad y, al mismo tiempo, una difícil tarea que requiere un excelente sentido crítico por parte del adolescente; una vez que la tarea está completada, la persona puede esperar experimentar un aumento en la conciencia de auto merecimiento, importancia y autoconfianza (Heaven, 2001). Se podría señalar que los adolescentes, al encontrarse frente a un grupo o una masa y querer pertenecer a ella (identificarse con los que ya pertenecen) adoptan los comportamientos, hábitos y costumbres que observan, creándose así una nueva identidad, la que “usarán” dentro del grupo/masa. Esto es posible debido a que la identidad no es estática, es decir, está en función de los referentes, por lo tanto se poseen varias identidades, en este caso el referente es la masa o grupo. Dicho de otra manera, las masas juegan un papel importante en la identidad social de los adolescentes debido a su influencia normativa. La masa adquiere así, un valor normativo, por una parte, porque el individuo desea unirse a él, y por otra, porque ejerce un control social sobre éste (se adopta la identidad (forma de vestir, hablar, comportamiento, etc.) que predomine); estos definen entonces su identidad a través de los puntos de referencia producidos por el grupo/masa al que se adhieren. Los grupos de referencia normativos en los que se vive y con los cuales uno se identifica dan forma a nuestras ideas, sentimientos y costumbres, puesto que constituyen un núcleo de nuestra identidad social (Fischer, 1990). No obstante, y yendo más allá, ésta no sería la única razón por la que la masa es determinante para la formación de la identidad social del adolescentes ya que, debido a sus características, tanto de la primera como del segundo, ambos satisfacen sus necesidades de manera recíproca pues la masa busca la presencia del adolescente como un integrante más y el adolescente encuentra ahí cierto reposo ya que, al ceder a las exigencias de la misma y mimetizarse con los demás integrantes no debe preocuparse más por su identidad, ya que en la masa todos son iguales. Vale la pena, entonces preguntarse por qué los adolescentes asisten a este tipo de eventos y cómo es que se sienten parte de los mismos: gracias su vestimenta, características físicas, por la razón de ser de la masa (concierto, fiesta, etc.), qué implica para ellos ser igual a los otros, qué pensamientos pasan por su cabeza cuando se encuentran por vez primera con un evento de esta magnitud, ¿adoptan posteriormente características que observaron en el comportamiento de la masa a su identidad social?, ¿influye la identidad que “usan” en la masa como referente para su identidad social?. Estas y otras preguntas son las que intentarán responderse a través de esta investigación.






Fuentes:
• Bandura, A. (1973). Agression: A social learning analysis. Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall.
• Canetti, E. (2002). Masa y poder. Madrid: Alianza.
• Erikson, E. (1968). Identity: Youth and crisis. New Cork: W. W. Northon and company.
• Fischer, G. N. (1990). Psicología social: Conceptos fundamentales. Madrid: Narcea.
• Heaven, P. (2001). The social psychology of adolescence. New Cork: Palgrave.
• Hernández, A., Colomo, A. E., Gálvez, P. & Ortega, I. Introducción a la psicología de las masas. Universidad de Málaga. [En línea].
(Consultada el 17 de septiembre de 2004).
• Klinemberg, O. (1973). Psicología social. México: Fondo de cultura económica.
• Laing, R. D. (1971). El yo y los otros. México: Fondo de Cultura Económica.
• Levi, G. & Schmitt, J. (1996). De la antigüedad a la edad moderna en Historia de los jóvenes, tomo I. Madrid: Taurus.
• Marcia, J. (1980). Identity in adolescence. En Adelson, J., Handbook of adolescent psychology. New Cork: Wiley.
• Meeus, W. & Dekovic, M. (1995). Identity development, parental and peer support in adolescence: Results of a nacional Dutch survey. Adolescente. 30. 931-944.
• Munné, F. (1979). Grupos, masas y sociedades: introducción sistemática a la sociología general y especial. Barcelona: Hispano europea.
• Zavalloni, M. & Louis-Guérin, C. (1984). Identidad social y conciencia. Introducción a la ego-ecología. Montreal: Privat.

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